10 de enero de 2016

REVOLUCIÓN Y REFORMAS PROFUNDAS

Imagen tomada de http://kaosenlared.net/
Luchemos por la revolución anticapitalista y, si no se puede, hagamos reformas profundas.
Pedro Echeverría V.
  1. Una nueva revolución en México puede ser por la vía armada (cubana-guevarista), las guerrillas o la guerra popular prolongada; sin embargo parece que desde 1965 no ha traído buenos resultados a pesar del heroísmo y sacrificios de varios cientos de compañeros de izquierda. La otra vía: la de las huelgas combativas y las grandes movilizaciones en las calles, las escuelas, las fábricas y los campos han logrado un mayor avance de la conciencia social, pero tampoco muchos resultados tangibles. Parece que la vía electoral ha sido más eficaz en conquistar simpatías, pero lo único que ha logrado es la renovación o modernización del sistema capitalista de explotación y muchas esperanzas de cambios que no llegan.
  1. Nadie puede o debe despreciar alguna forma de lucha; pero sí todos debemos analizar a fondo sus historias, fortalezas y debilidades. Alguna u otra vía podrían parecer “cerradas” por un tiempo y otras aparentar ser las únicas por dar resultados positivos; pero luego surgen cambios que obligan a poner una u otra en práctica mediando serias reflexiones. Hay mil experiencias en luchas sociales y revoluciones que ayudan a comprender que ninguna estrategia de lucha debe despreciarse porque la mayoría de las veces son las clases dominantes, al defender con las armas sus intereses económicos y políticos imponen la violencia brutal; ¿cuál debería ser entonces la respuesta de los trabajadores? ¿Poner la otra mejilla para que la desbaraten?
3. Las tres vías para el triunfo de los trabajadores sobre sus enemigos de clase (los opresores) parecen cerradas por el total dominio de las burguesías de cada país y su asociación con el imperialismo de EEUU. Si las burguesías nacionales estuvieran solas –aunque contaran con su ejército, armada y policía federal- hace mucho que se hubieran derrumbado por las luchas de nuestros pueblos que generalmente conforman el 90 por ciento de las poblaciones; pero esas grandes burguesías viven porque forman parte subordinada del imperio mundial que ellas misma mantienen. Se llama a los gobiernos yanquis “policía mundial” porque poseen un enorme fuerza militar y nuclear que les sirve para intervenir donde “peligran sus intereses”.
4. Cuando en México surgieron movimientos armados para derrocar al gobierno y sus programas capitalistas pro empresariales: Chihuahua en 1965, Guerrero en los setenta, guerrilla urbana en setenta y ochenta, el EPR en los noventa, después de confrontaciones y defensas heroicas de indígenas, campesinos y estudiantes, resultaron asesinados, masacrados y perseguidos por las fuerzas armadas, obviamente con asesoría de los EEUU. A partir de 1994, a raíz del levantamiento zapatista del EZLN en Chiapas, el gobierno de la gran burguesía en México “se armó hasta los dientes” y triplicó el presupuesto militar y el número de sus soldados y policías. ¿No se sabe acaso que la clase dominante envía a miles de soldados a las escuelas militares de EEUU?
5. La vía pacífica y electoral ampliamente propagada por el gobierno, los empresarios, los medios de información, el clero y, obviamente por los partidos, lleva siglos practicándose en México para confirmar el capitalismo, la enorme desigualdad social y la idea firme de que esta sociedad de dominación es eterna. Con quien me reúna, con quien hable, siempre me repiten que todos son corruptos, me ponen ejemplo de todos los políticos, empresarios y demás, para terminar diciendo que nada puede cambiar. Mis viejos amigos y hermanos del internado secundaria de los cincuenta, después de lanzar las peores críticas contra la corrupción de los gobiernos, me decían que nada cambiará porque el pensamiento de las masas ha sido corrompido.
6. Si la lucha armada, la guerrilla, no ha funcionado hasta ahora; si la lucha pacífica, la electoral lleva siglos en el mundo sin cambiar a fondo las cosas en beneficio de los pueblos que representan en 90 por ciento de la población, ¿qué carajos hacer para que cambien en serio la política, la economía y alcanzar una repartición equitativa e igualitaria de la riqueza? Pues no hay de otra que tenemos que trabajar un chingo (muchísimo) para erradicar, para extirpar del pinche cerebro de los seres humanos todo la basura, eso que le llaman “valores”, que han depositado e imponen los medios de información todos los días. Consumir, consumir y consumir cosas que no necesitamos pero que el capitalismo nos ha clavado en el cerebro para pensar que “lo necesitamos”.
7. ¿Por qué el capitalismo domina desde hace más de 500 años? En primer lugar es porque con sus armas, guerras e invasiones impuso en el mundo su cultura. Fue el que con su poder nos impuso lo que es “verdad” y lo que es “mentira”, lo que es “bueno” y es “malo”, nos colocó un sistema educativo a su medida y, mediante el método de “premios” y “castigos”, nos dijo que había qué era correcto ver y qué estaba prohibido. Si no se convence que la gente piense, reflexiones y que sea crítica, va a ser muy difícil que se agrupe para liberarse ella misma. Muchas veces, para destruir sus verdades y las leyes que imponen para evitar que la gente proteste y se manifieste, hay que luchar contra su Estado policiaco, represor y no hacerlo sería una claudicación.
8. Si no podemos hacer por ahora una revolución por nuestra debilidad y por fortaleza de la clase dominante, por lo menos hay que pensar en algunas reformas de fondo en las que participen las masas. Para mí es una ofensa ser reformista porque siempre hay que estar con la revolución social, pero hay reformas que pueden ayudar a ello: lucha por la integración de comunidades autogestivas; lucha por la tierra; cogobierno o autogobierno en las Facultades, escuelas, institutos y universidades y politécnicos; consejos de trabajadores en las fábricas, departamentos y dependencias, así como sindicatos, comités ciudadanos de calles, manzanas, barrios y de colonias; todos con sus comités de vigilancia y defensa.
9. Si no logramos la organización y el cambio de conciencia de nuestro pueblo, extirpando de raíz el individualismo y la desconfianza hacia las luchas sociales, ninguna batalla logrará un triunfo permanente. No es pesimismo es experiencia, observación y reflexión de batallas de varias décadas que se iniciaron por lo menos de 1956 con las luchas de los maestros del internado de la Nacional y de los estudiantes del internado del POLI defendiendo sus derechos escolares. Luego vendrían las batallas de los ferrocarrileros y otros obreros que concluyeron con una feroz represión y encarcelamiento de miles de participantes. Estamos a tiempo de repensar aquellas jornadas y encontrar las salidas necesarias. (9/I/16)

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