por: Jorge Torroella http://oneamexico.org
Texto servidor: En el periodismo contemporáneo se les
conoce así a quienes, cual prostitut(o)s, venden su pluma a quien mejor les
pague. Sicario: es
quien se encarga de aniquilar a alguien por encargo de otro. Mercenario: es
aquel que lucha o participa en un conflicto, siempre con ánimo de lucro
buscando su beneficio económico y personal, sin importarle ideología alguna.
Por
su gran impacto en la sociedad y alcance masivo los medios electrónicos pueden
servir como armas virtuales para denostar e incluso destruir la vida privada
y/o pública de alguna persona, con el apoyo de los personajes antes mencionados
quienes actúan normalmente con poca o nula consideración sobre la ética o
preferencias políticas con el bando o jefe para el que trabajan a cambio de
favores políticos o dinero. Esto es una realidad.
Se
tienen documentados casos en los que a través de las redes sociales se ejerce
tal presión psicológica, asedio, bullying y acoso contra alguien en
particular que la situación ha derivado en severos ataques por parte de
usuarios, o incluso ha orillado a gente joven al suicido.
Un
caso reciente de difamación a través del ciberespacio fue el que
protagonizaron un político y empleado de Televisa,
quienes operaban una red de acoso a periodistas y político mediante Internet,
entre los que destaca el ex coordinador de Equidad de Género y Diversidad
Sexual del PRI de Veracruz, Pedro Zararabal, víctima de agresiones por parte de
Texto servidores, Sicarios, Mercenarios electrónicos, por ser un crítico de
funcionarios públicos corruptos de Veracruz.
La
batalla virtual en estos medios tiene como municiones likes, followers,
reputación en medios, y a cuantas personas pueda etiquetarse, mencionar o
compartir, vía redes sociales los mensajes de ofensas y demás injurias.
Desgraciadamente
la mayoría de las veces quien gana o pierde estas batallas es quien tiene
más números a su favor; el veredicto final lo dan siempre los usuarios de
estos medios, que calificaran de verdad o mentira la información, muchas veces
sin confirmarla o consultar su veracidad.
La
problemática existe y será difícil combatirla sin atentar contra la
libertad de expresión, y en un campo de batalla virtual que no tiene fronteras,
la legislación a nivel internacional se queda corta, dejando una oportunidad
para ejercer estas malas prácticas en manos de quien le plazca.
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