Por Armando Reyes Vigueras
Algo
sucede en tierras jarochas.
El cóc-tel que mezcla impunidad, amenazas a
periodistas, asesinatos de comuni-cadores y un gobierno estatal señalado desde
irregularidades hasta incapacidad criminal, se da en aquella entidad. La
conjunción de di-chos elementos ofrece cifras de terror. Ahora, un nuevo caso
de amenazas se ha presentado a través de las redes sociales, con un patrón
similar al de ocasiones anteriores.
Las amenazas
Para Enrique Quijada no han sido
días tranquilos, y no sólo por vivir en un estado en el que las
desapariciones, asesinatos y demás amenazas a la seguridad de las personas
están a la orden del día. Vivir en Veracruz, en esta época, representa ya un
riesgo como lo pueden constatar las personas que han sufrido algún robo o amenaza
por parte del crimen organi-zado, ya sea en su vertiente privada o estatal.
Pero el caso comentado es un ejemplo más de que las amenazas se utilizan al por
mayor.
Enrique Quijada comenzó, en el marco del escándalo por las agresiones
sufridas por Arne Aus Den Ruthen a manos, literalmente, de los guaruras de Raúl
Libién, a retuitear los mensajes que se referían al asunto, buscan-do apoyar al
city manager de la delegación Miguel Hidalgo. Para sorpresa de Enrique, vía
Twitter comenzaron a llegar amenazas de varios usuarios que enviaban imágenes
con armas de fuego.Se trata de una historia conocida por pe-riodistas y otros
usuarios que se han enfrenta-do a este tipo de ocurrencias.
En particular, se
trata de usuarios como @BOT_inombrable @MrsTerco —cuenta ya suspendida— y
@@iTuiteroChingon quienes enviaron imáge-nes con armas de fuego en clara
amenaza a Quijano por apoyar a Arne aus den Ruthen. Curiosamente, en este caso
un usuario, @MrsTerco, utiliza técnicas parecidas a otro caso, en este
particular en contra del colum-nista Ricardo Alemán, quien recibió mensajes
similares una cuenta llamada @TercoNuevo. Este episodio no pasaría de ser una
simple anécdota más en Veracruz, a no ser por los asesinatos de periodistas en
aquella entidad, que la ubica como una de las más peligrosas para el ejercicio
de la libertad de expresión. El caso de la reportera Anabel Flores ejemplifica
este marco de violencia en contra de quienes ejercer una libertad que no es
protegida.Pero, para completar un cuadro de des-gracia, Veracruz es parte de un
contexto de violencia generalizada en contra de quienes ejercen el periodismo o
de personas que ha-cen crítica en contra de las arbitrariedades de gobernantes
o criminales.
Esta entidad no es la única en la que se pre-senta este tipo de
problemas, pues alcanza a otros ciudadanos en, prácticamente, todo el
país.Varios ejemplos dan cuenta de eso. Más recientemente, Álvaro Delgado de la
revista Proceso también sufrió un incidente similar desde la misma red social,
en tanto que José Santiago —radicado en Veracruz—, creador de la videocápsula
Bebes con corbata, espacio en que desde YouTube realizaba una crítica en contra
de gobernantes, recibió este tipo de mensajes desde Facebook.Como es fácil
comprender, se trata de una forma de amedrentar a personas que se atre-ven a
ejercer su libertad de expresión, gracias a cuentas con pocos seguidores con
imágenes en las que presumen armas de fuego y desde las cuales aseguran la
posibilidad de realizar alguna acción violenta.
Ante todo esto, la pregunta que
surge es qué hace la autoridad que, al menos en teoría, está encargada de velar
por la seguridad de las personas y los derechos consagrados en la Constitución
y otros textos normativos.Como es fácil concluir, la impunidad se ha convertido
en regla en este terreno, pues es más fácil crear una cuenta en Twitter,
mantenerla con pocos seguidores, para desde ella lanzar amenazas a distintas
personas con el menor motivo.
En el caso de la cuenta @BOT_inombrable, desde la
cual se pueden leer —al menos cuando comenzamos a re-dactar esta columna, el
viernes 19 de febre-ro— varias amenazas proferidas a distintos usuarios, así
como insultos a personajes co-nocidos de los medios.Quizá para muchos resulte
cómico amena-zar o insultar a otra persona a través de una red social, gracias
al anonimato que esta ofrece, pero esto nos debería llevar a la reflexión
acer-ca de la forma en que como sociedad hemos permitido que este tipo de cosas
sucedan.
Ya no sólo es la legión de idiotas a la que hacía referencia Umberto
Eco, sino que se la ha sumado una legión de entes que buscan notoriedad a
través de la violencia. En tanto no se ponga un freno a esto, la cifra de
ame-nazas o agresiones seguirá en aumento, exhi-biendo a una autoridad
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