16 de mayo de 2020

“LOS PERIODISTAS PROFESIONALES SON LOS QUE INVESTIGAN, NO LOS QUE OPINAN”, JORGE VOLPI

El autor mexicano, Jorge Volpi, conversó con Diners sobre los periodistas profesionales y su verdadero oficio en su país. Una joya del Archivo Diners.

El artículo “Los periodistas profesionales son los que investigan, no los que opinan”, Jorge Volpi, fue publicado originalmente en Revista Diners de octubre de 2013


El escritor mexicano Jorge Volpi estuvo de visita en Bogotá para participar en los Premios Simón Bolívar de 2013. Y aunque no es periodista -insiste en dejarlo claro- tiene una trayectoria tan impresionante como autor de ficción -tiene más de 10 novelas publicadas, entre las que se encuentran En busca de Klingsor La tejedora de sombras, Premio Iberoamericano Planeta-Casa de América 2012- y ensayo, y como académico, que su opinión sobre casi cualquier tema -ópera, la importancia de la ficción para reconocernos como humanos, televisión, lo cuentos de Poe, la teoría del caos- es un punto de referencia.

En el discurso que realizó para la ceremonia de premiación, hizo referencia a los doce trabajo de Herácles para “enumerar algunas de las tareas que los periodistas de nuestra época han de realizar a fin de eludir la irrelevancia, tolerar las presiones y amenazas, sobreponerse a incontables peligros y continuar desempeñándose como actores fundamentales en nuestra azarosa modernidad democrática”. Con Revista Diners conversó con Jorge Volpi sobre algunas de estas ideas.
En el discurso que dio para la ceremonia de los Premios Simón Bolívar habla de la responsabilidad del periodista, de sus retos, ¿nos puede hablar un poco de esto? 

En nuestra época, sobre todo en América Latina, por fin estamos en un momento en el que en prácticamente en todas partes hay democracias, más o menos liberales, de procesos electorales más o menos transparentes, donde parecería que el entramado institucional es ya muy claro, pero en donde en realidad frente a lo que hay en el papel y lo que pasa en la realidad hay un abismo gigantesco. 

Este abismo tiene que ver con que más allá de las leyes y de las instituciones, siguen siendo los grandes grupos los que ejercen el poder muy por encima de estas instituciones y leyes. En este contexto es el periodista es el único que puede realmente informarle al ciudadano sobre el estado de salud de sus democracias. 

De ahí que los desafíos del periodista sean en realidad los de la ciudadanía, que necesita transparencia e información confiable sobre lo que en verdad pasa en nuestras democracias, más allá de lo que le dicen que pasa.

Sin embargo los medios parecen privilegiar las noticias espectáculo y el público parece pedirlo…

En efecto, yo creo que la narrativa de la sociedad del espectáculo es tan omnipresente que claro que el público también lo pide. Y así funciona el sistema, pero la responsabilidad de los periodistas está en romper esa narrativa del espectáculo y tratar de ser más rigurosos e informar de verdad sobre el estado de la sociedad.

¿Y el cambio de lo impreso a lo digital cómo está afectando las cosas? 

Lo de los impresos se siguen leyendo y no han desaparecido. Pero también es cierto que hay miles o millones de jóvenes que no han leído un solo impreso en su vida. Pero por otro lado, Twitter se ha convertido en una de las principales fuentes de información, que nos puede llevar al mismo tiempo a las noticias de los medios tradicionales y a los comentarios y noticias de los no tradicionales. Esto nos hace decidir cuál es la información que queremos. 

El problema es lo caótico de estas lecturas salteadas de un lado para el otro, pero al mismo tiempo también se está dando una pluralidad que no existía antes. Antes comprabas un periódico, que tenía una sola línea editorial y muchas veces ni te dabas cuenta de que estabas siendo ideologizado todos los días por el mismo periódico con el que creías comulgar.

Ahora tienes la posibilidad de que tu acceso a la información sea más variado y más plural que el de un solo medio.


Con estos medios también han aparecido los reporteros ciudadanos, ¿qué rol juegan en el circuito informativo de hoy en día? 

Ahí otra vez hay una doble situación. Por un lado está muy bien que cualquiera pueda ser reportero. Pero, por otro lado, es muy fácil improvisar, no tener rigor, porque nadie está supervisando. 

Ahí les corresponde a los periodistas profesionales desglosar qué es lo que está pasando con el periodismo ciudadano, porque es muy valioso de entrada, pero también es muy fácil que se convierta en algo superfluo o banal. 

Entonces ahí está el reto: muchos de estos reporteros se pueden convertir en periodistas profesionales, muchos tienen rigor, pero también hay muchos que no, más lo que se puede falsear por la influencia de los poderes que tienen intereses.

Pensando en el auge de columnas de opinión y blogs en grandes medios, a veces surge la duda sobre la definición de “periodista profesional”.

Los periodistas profesionales no están en los que opinan. Lo que opinan está muy bien, pero el reino de la opinión no puede ser la medida. Lo profesional está en el periodismo de investigación, lo haga un periodista digital, uno tradicional o uno ciudadano independiente.

Está en que la investigación sea rigurosa, en contrastar distintas fuentes, entrevistar distintas voces. Tratar de llegar al fondo de los hechos. Porque dar opinión es muy fácil, cualquiera lo puede hacer, en todas partes se dan opiniones de todo, pero eso no necesariamente nos sirve.

En su discurso habla de la influencia que tienen algunos grupos de poder sobre los medios de comunicación, ¿cree que es el momento del periodismo independiente?

El periodismo independiente no carga con el peso de un gran conglomerado con intereses propios, pero tiene que construir muy lentamente un prestigio capaz de rivalizar con el prestigio de un medio consolidado y de probar que está haciendo una labor fundamental y no que es simplemente uno más de quienes opinan sobre lo que está pasando.

Porque en una democracia todo el mundo opina, pero no quiere decir que de ahí se conforme la opinión pública, si es que existe.

¿Existe?

Existe algo a lo que le llamamos así para tratar de medir el estado de ánimo social ante cada problema determinado.
Es su discurso también menciona el auge del periodismo narrativo en América Latina, ¿quiénes son para usted los representantes más importantes de este estilo?

Hay muchos. Estamos en un buen momento, pero también se ha vuelto una moda. Ahí también hay que estar alerta, porque eso siempre ocurre. Por un lado hay muchos periodistas muy buenos que están haciendo esto ¾ en México está Diego Enrique Osorno, el propio Juan Villoro; en América Latina mucho de lo que hace Etiqueta Negra en Perú, en Argentina Martín Caparrós y esa escuela ¾, pero parece estar tan de moda que existe el peligro que sea más importante la forma que la propia investigación que debe estar detrás.

Utilizar los recursos de la narrativa o el teatro, de la propia poesía o el cine para  montar una historia está muy bien si corresponde con una investigación profunda y no simplemente con escribir crónicas en donde la forma sea lo más importante.


También ha dicho que el lenguaje científico está lleno de metáforas y que el periodismo también necesita algo de ficción y poesía. ¿Más allá de dar pistas sobre la forma cómo pueden alimentar la poesía y la ficción el oficio periodístico?

Creo que la ficción siempre puede inspirar al periodista. Sobre cómo abordar a los personajes, cómo entrevistarlos, cómo, a partir de una entrevista, usar la imaginación para interpretar al personaje que tienen en frente.


Con cierto cuidado, claro, con el cuidado de no hacer exclusivamente ficción, porque para el cerebro del lector se aproximará al texto como real. Hay que tener muy claro que ahí es necesario encontrar un equilibrio delicado.

¿Cómo aborda su columna de opinión en el diario La Reforma desde su oficio de escritor de ficción? 

Son dos oficios diferentes. Trato de hacer ensayitos, para la columna, y la mayor parte de las veces intento atrapar un personaje para tratar de interpretarlo, de comprenderlo, cosas que hagan que la columna sea distinta a lo que haría un periodista, un politólogo o un economista. La idea es ofrecer un diálogo con la parte literaria.


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