Por: José Miguel Cobián
Los chicos que hoy tienen dieciocho años, cuando gobernó el PRI la República tenían seis años. Los que tienen 24 tenían 12. No saben de lo bueno y lo malo del PRI. Esa generación representa un porcentaje importante de votantes, y tampoco saben lo bueno y lo malo del PAN ni del PRD, porque no se han interesado en política. Eso distante que hacen algunas personas a quienes los demás mexicanos acusan de todos los males de la patria. Y sin embargo, ellos llevarán a cuestas la responsabilidad de elegir al próximo gobernante y lo que marque el futuro de México y su futuro (de ellos).
Muchos padres nos vamos a enfrentar a la pregunta que da título a esta columna. ¿Qué les diremos a nuestros hijos? Hoy yo no sé cuál es la mejor opción para México. Josefina tiene la ventaja de ser mujer, y el supuesto de que las mujeres son más limpias que los hombres, desmentido por cierto por ¨la maestra¨, con quien la propia Josefina no pudo. De ella me preocupa la continuidad de las políticas de Calderón, su incompetente lucha contra el crimen organizado que por ineficiencia y negligencia ha enlutado más de cincuenta mil hogares mexicanos. Me preocupa también su mal desempeño para reducir la pobreza y la desigualdad en el País. Su apoyo a las oligarquías y su olvido de las grandes masas de pobres. Su capacidad para engañar y mentir a la población y la ingenuidad de sus seguidores que creen a pie juntillas lo que desde los Pinos se afirma.
En el caso de Enrique, me preocupa mucho su cercanía con el poder económico y la posibilidad de que todo cambie para que todo siga igual. No me preocupa que no sepa nombres de autores de libros, como el 98% de los mexicanos, pero sí me tiene preocupado pensar que las cosas puedan volver a ser al estilo del grupo Atlacomulco, es decir un PRI de prinosaurios, en lugar de un PRI moderno. El sólo hecho de que Peña sea el candidato de televisa me genera un prurito muy especial.
Andrés Manuel sería la opción ideal para alguien que tiene preocupaciones sociales como quien esto escribe, pero sus acciones durante su cierre de campaña y posteriores a la elección me mostraron una cara radical que cualquier demócrata rechazaría. Si a ello se añade la presencia de Bartlet, Bejarano y otros más a su lado, también se me complica la posibilidad de votar por él.
Creo que si los candidatos al D. F. fueran los candidatos a la presidencia de la República, tendríamos mejores hombres y mujeres entre quienes escoger. Ni duda cabe que Isabel Miranda o Beatriz Paredes tienen la primera mayor estatura moral y la segunda mayor conocimiento de los asuntos públicos que Josefina. Y en el caso de Mancera, es un hombre probo y que inspira mucha más confianza que Enrique y Andrés.
Lo malo es que en nuestra democracia, tenemos que escoger entre unos cuantos privilegiados ya escogidos de antemano por otros privilegiados. Jamás tenemos la posibilidad de escoger de entre los mejores ciudadanos, así que uno de esos tres arriba mencionados será el que dirija los destinos de México, y da mucho miedo la responsabilidad de convertirse en cómplice de un inepto, como me sucedió en el año 2000, que caí en la trampa de Fox y tuve seis años para arrepentirme y pensar que Labastida hubiera sido mucho mejor presidente. Gracias a Dios no voté por Calderón en el 2006, así que por allí evité el cargo de conciencia.
Aunque los mexicanos lo tomemos a la ligera, como broma, y como posibilidad de comercio o de obtención de prebendas, la importancia del voto es mucho mayor que lo que percibimos en este país, y desgraciadamente no tenemos la suficiente responsabilidad ni cultura política para elegir a nuestros representantes y dirigentes gubernamentales.
Hemos visto acarreos del PRI, del PRD y en estos últimos días del PAN. Demostrando que las ideas y la praxis no se relacionan en ninguna institución política. La realidad es que el pueblo exige una sola forma de hacer política, de bajo nivel, sin propuestas, con compromisos mínimos y con mucho grito y sombrerazo, con venta de votos, con compra vía dinero o despensas, o láminas, o cualquier otra cosa, y con muy poca efectividad una vez que llegan al poder.
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