NORMA TRUJILLO BÁEZ- FUENTE: LA JORNADA VERACRUZ
La tristeza se asoma en sus rostros, mujeres que tienen destrozado el corazón preguntan “¿en dónde está mi hija? ¿quién la tiene? ¿cómo está?” La respuesta la abrazan más con fe en Dios que en las instituciones, porque la procuración de justicia sólo les ha respondido “es que se fue con el novio, porque era coqueta”, sin hacer una investigación a fondo, cuando la niña, la adolescente, la joven era como cualquier otra niña que caminaba hacia la escuela, hacia el trabajo y que un día tuvo el infortunio de ser víctima de la delincuencia.
Días y noches han transcurrido desde su desaparición, las madres de estás niñas y jóvenes –de las que nadie se acordó en la conmemoración del 8 de marzo– buscan a sus hijas y se preguntan por qué a ellas si era como cualquier joven que tenía sueños, que estaban trazándose su futuro.
“Se llevaron a nuestras hijas y nadie tiene el derecho de privar la libertad a un ser humano, como tampoco nadie tiene el derecho de desacreditar a nuestras hijas. Vecinos, la sociedad deja de hablarnos, porque hasta que no te pasa a ti, entiendes que debes pedir justicia, que debes exigir que en Veracruz ya no haya desaparecidos. Hasta entonces lo entiendes”, coincidieron las madres que buscan a sus hijas.
Sandra Jennifer Giraldí Hernández
Iba a cumplir 20 años, Sandra Jennifer Giraldí Hernández, salió de su casa, se dirigía a su escuela, fue una niña dedicada al estudio, nunca llegaba tarde a la casa, pedía permiso, ella no utilizaba ni siquiera llaves de la casa porque siempre la esperábamos. Una chica como cualquier joven de su edad tenía amigas y amigos, sueños y muchas ilusiones en su vida, así la define su madre, Graciela Hernández.
Sandra Jennifer fue robada el 14 de septiembre de 2012, cuando caminaba rumbo a la Universidad de Xalapa, donde cursaba el tercer semestre de Contaduría y Finanzas, “no sabemos quién fue, no entiendo por qué jóvenes de esta edad que tienen mucho futuro por delante y jóvenes que se dedican a estudiar y prepararse para servir a este México se encuentran con esta violencia, con estas personas que hacen tanto daño a las familias, a los padres, hijos, hermanos”.
Con lágrimas su madre dice: “no hay palabras para eso, desde que sucedió nuestras vidas cambiaron totalmente, afecta el trabajo, la salud, la integración de la familia, muchas veces las familias se van quedando solas, la gente te señala, no se te acercan, no entendemos por qué la gente no entiende que cualquier vecino lo puede vivir”.
Ella se divertía como cualquier joven, pero nunca llegaba tarde a la casa, manifestó Graciela Hernández, “nunca expresó algún miedo, como mamá conozco bien a mi hija y sé hasta dónde es capaz de llegar, por eso afirmo que mi hija no tenía comportamientos raros, teníamos comunicación de los peligros, de lo que hay en la calle, en la sociedad, por eso no entiendo, pero lo que sí sé es que esto le puede pasar a un rico a un pobre, simplemente ven una niña bonita y ahí está lo que estamos viviendo.
”La justicia la verdad, al día siguiente que desapareció mi hija a primeras horas puse la denuncia, me dijeron ‘espérese señora, tal vez se fue con el novio, estará con amigas’, esa mentalidad, tan mediocre tienen en esos lugares, porque aunque se hubiera ido con el novio tienen la obligación de buscar y accionar en el momento preciso cuando suceden las cosas, sí ha habido negligencia, hubo negligencia y por eso estamos sin una respuesta de las autoridades”.
Graciela con llanto dice: “en mi mente me vienen pensamientos, si no la hubiera apuntado en esta escuela, si hubiera estudiado en otra parte, pero al final uno busca una respuesta en uno, y no, no tengo culpa alguna. Somos los más afectados y sólo espero en Dios que mi hija vuelva a estar con nosotros”.
Nohemí Cortés Hernández
Han pasado 9 años y el ambiente es triste, desolador, a la mamá de Nohemí Cortés Hernández le cuesta trabajo reponerse ante la ausencia de su hija, quien desapareció el 5 de enero de 2005. Su hermana Leticia es la que narra los hechos, no porque le guste hacerlo, sino porque aún con llanto exige que alguien las escuche para que su hermana regrese con ellas.
La joven Leticia con un nudo en la garganta comenta que su hermana apenas cumplidos los 16 años había salido de la secundaria, no pudo seguir estudiando por falta de recursos económicos, por eso se puso a trabajar, estuvo en una tienda. “No sabemos en qué momento conoció a una amiga que la invitó a trabajar en Puebla en un restaurante, que se irían y regresarían cada fin de semana, mi hermana aceptó y se fue con Eunice González.
”Al tercer día que se fueron, Eunice regresa preguntando por mi hermana y nos dijo que ya no estaba con ella en donde estaban quedándose a dormir y que no sabía nada de ella. Al día siguiente pusimos la denuncia de desaparición en Xalapa y Eunice afirmó que pondría denuncia en Puebla.
”Eunice tendría 23 años, no la conocíamos, la conocía una amiga de mi hermana, a las dos les ofreció trabajo pero la amiga no aceptó, sólo mi hermana. Después nos fuimos a Puebla a buscarla, teníamos la dirección, cuando llegamos no se trata de un restaurante sino de un bar, allí estaba Eunice, ya traía puesta la ropa de mi hermana, le reclamamos que por qué nos había engañado y respondió que mi hermana sólo era mesera y no hacía nada malo.
”Pero a mi hermana –dice Leticia– no la volvimos a ver, regresamos a Xalapa, fue cuando nos entrevistamos con el Ministerio Público, y nos dijeron que “seguramente se fue con el novio y nos culpó a nosotros como familia, porque nos gritó que a una persona decente no le pasa nada. Nos echaban la culpa.
”Eunice también declaró que mi mamá no la quería, que la regañaba, y por eso exigimos que si ella tiene tantas bases que nos diga en dónde está para que hablemos con ella, pero nadie nos hizo caso. Lo que nosotros hemos investigado es que ella ofrece trabajo a jóvenes, a adolescentes. Ella vive en el Pueblito en Banderilla, pero la Procuraduría no la ha investigado.
”En el expediente sólo está lo que como familia logramos investigar, la información que nosotros dimos es la única información que tienen, no hicieron nada –señala enfurecida Leticia. Pasaron dos años y nos dijeron que no siguiéramos molestando.
”Nos comunicamos con la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y la Trata de Personas (Fevimtra) y designaron a un detective, pero cuando llegó a Puebla el bar estaba cerrado y el dueño se había ido para Estados Unidos, eso fue todo lo que investigaron y al final en su informe apuntó que Nohemí estaba en Veracruz, pero sin dar datos o explicación alguna”.
Leticia define a su hermana menor como una chica alegre, casi nunca se enojaba, era muy confiada, tenía muchos amigos y amigas. “Quería superarse, quería que como familia saliéramos adelante, no teníamos problemas en la familia”. El recuerdo la hizo llorar, pero se recuperó para asentar también que nadie está exento que le pase esto, “por eso debemos apoyarnos como seres humanos”.
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