Por: Alfonso López Collada
Ya Freud decía que
los lapsus linguae, lejos de ser meras casualidades, revelan nuestros
deseos más ocultos. Así, cuando en pleno abrazo amoroso alguien llama a su
pareja con el nombre de “la competencia”, el problema que se arma no se
resuelve con el argumento de la casualidad. Por eso es que intentar mentir es
fácil, pero es muy difícil lograr ser consistente y, con eso, ser creíble.
El
senador Ernesto Cordero Arroyo dijo un dislate mayor: el jueves estuvo en
Mérida y ahí, en el Comité Municipal del PAN, declaró: “Yo quiero ser
Presidente del PRI”. Eso, a juicio de quienes encuentran humor en las
contrariedades, fue un autogol anotado por el portero: no hay quien lo pare.
Al
terminar el discurso la prensa le preguntó si quería ser presidente del PRI, a
lo que respondió: “No, qué barbaridad. Dios me libre, Dios me libre. Dios nos
libre. Dios nos libre.”
Lo irónico es que el domingo anterior el edil de
Puebla, Antonio Gali, durante un acto de apoyo a Gustavo Madero cometió el
mismo equívoco: confundió al PRI con el PAN en lo que calificó de “error
humano”. Cordero destacó la confusión y fue acusado por Gali de hacerle la
“guerra sucia” a Madero, al lucrar políticamente con el error cometido.
Cordero
tiene dos antecedentes en esto: recordemos que quería suceder en el cargo
máximo del país a Vicente Calderón (sic), y los 6 mil pesos que alcanzaban para
una familia (¿Serían 60 mil?, se pregunta Enrique Galván, como otro posible
error de lengua).
A propósito, y sin insinuar un vínculo diagnóstico, Oliver
Sacks aborda desde un punto de vista novedoso el estudio de la condición de
Huntington en su libro “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”.
El
libro bien vale el tiempo que se le invierta. Volvamos a la afirmación emitida
por el Senador con licencia Ernesto Cordero Arroyo, actuario por el ITAM y
economista por la Universidad de Pensilvania, quien ha ocupado las secretarías
de Desarrollo Social y de Hacienda y Crédito Público. Sin duda el chihuahuense
Gustavo Madero habrá festejado el error de quien pretende sustituirlo en la
dirección del PAN (…sí es el PAN, ¿verdad?). Al momento de equivocarse, Cordero
ni se enteró.
Parece que cayó en la cuenta hasta que lo cuestionaron los
periodistas al respecto, porque reaccionó con un efusivo “Dios me libre”; pero ya
era tarde, porque “Palo dado ni Dios lo quita”… y menos si es auto-palo. Cuando
la mente “derrapa”, dicen los experimentos y la experiencia, es porque la parte
consciente cede el control al inconsciente. Entonces, ¿significa eso que
realmente Cordero quiere dirigir el PRI?
Es muy improbable. Una explicación más
verosímil es que, en el esquema de la política nacional que tiene en su mente,
convergen dos fuerzas: a) querer llegar a lo más alto; b) tiene claro que lo
más alto es el PRI, no el PAN. Si ese fuera el caso, lo cual es una mera
posibilidad, a Cordero le interesaría más llegar a las alturas de la escala
política que los principios de un partido o del otro.
Y si esto también fuera
el caso, la sorpresa que mostró ante la prensa fue eso: una respuesta para la
prensa. Poner atención al lenguaje verbal y al no verbal de los protagonistas
de la política nacional no es un entretenimiento inútil.
Es una vía para
descubrir lo que se nos quiere ocultar, hechos que son materia del
subconsciente, no de la casualidad. Más que inocentes confusiones, son síntomas
que nos permiten asomarnos a las mentes que tienen el encargo de decidir para
el bienestar de todos.
Pero entonces queda pendiente la incógnita central, si
nos atenemos a Freud: ¿Cuál es el verdadero deseo oculto que con este tropiezo
revela el candidato a dirigir la segunda fuerza política de México? Traducido a
lenguaje llano: ¿En qué estaba pensando?
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