Por: José Miguel Cobián
Encantados estamos por lo que hemos visto en Egipto y Túnez. La caída de regímenes autocráticos por la fuerza de la protesta popular, sin disparar un solo tiro, y con muy pocas muertes que lamentar. Estamos en el amanecer de una nueva era, gracias a la comunicación de las poblaciones entre sí, sin requerir de medios de comunicación controlados o censurados por el poder en turno. Iniciamos un nuevo camino dónde los controles sociales usados hasta la fecha pueden quedar en desuso y sin que existan nuevos mecanismos que sustituyan a los que desaparecen.
Hoy los gobernantes tienen que poner ¨sus barbas a remojar¨, pues lo sucedido en Oriente Medio tendrá repercusiones a lo largo y ancho del planeta. Los occidentales ¨tan avanzados¨ vemos con envidia a la población de un país tercermundista y ¨atrasado¨ como Egipto, pues ellos han logrado lo que muchos quisiéramos lograr y no encontramos el camino para hacerlo. Hasta un país del primer mundo como Italia comienza a considerar con su revolución violeta, la posibilidad de sacar a Berlusconi del poder mediante el reclamo popular. Túnez y Egipto ponen la muestra. El asunto es que no sabemos a dónde van a llegar ellos y por lo tanto, no sabemos a dónde nos dirigimos los demás.
México es un país con una brutal y salvaje desigualdad social, dónde la décima parte de la población obtiene más de un tercio de la riqueza y el diez por ciento más pobre se conforma con menos del uno por cierto de la riqueza del país. Los pobres cada día más pobres y los ricos cada día más ricos. Tenemos sesenta millones de pobres y al hombre más rico del mundo. Conviven en el mismo país los Azcárraga, los Salinas Pliego, y tantos otros nombres importantes, con millones de personas que no tienen ni para comer. Este país tan injusto y tan desigual tiene como destino el fracaso social, y muy posiblemente un conflicto interno de gravísimas proporciones. Sin embargo, ni la clase gobernante, ni los que de verdad gobiernan el país que son esas cuantas familias riquísimas y muy poderosas, el ejército y el clero, intentan resolver la situación antes de que estalle. Todos están cómodos con la situación actual –todos los de arriba-, mientras los de abajo dejan de espantarse con el crimen organizado y pronto dejarán de temer a la brutal represión que ejercen las fuerzas armadas en cada despliegue de fuerza y abuso contra la población civil.
Pronto también tendremos un grave problema alimentario. En esta columna se ha denunciado hasta el cansancio lo peligroso que es perder la soberanía alimentaria, y hoy comenzamos a pagar las consecuencias de la ambición e insensatez de quienes pudiendo hacer algo no lo hicieron. Hoy hay escases de alimentos en todo el mundo. Los precios de los productos básicos, esos que alimentan con un mínimo de satisfacción a la población mexicana, están subiendo desde hace seis meses y los efectos del cambio climático en Rusia y México nos indican que la tendencia alcista seguirá cuando menos hasta fines de 2011. El gobierno mexicano no podrá subsidiar las importaciones de alimentos, de maíz, de frijol, de tomate, de leche, de cárnicos, etc. Y en los mercados veremos aún mayores alzas, que en su ignorancia, el pueblo de México achacará a diversos factores, entre ellos, al aumento de las gasolinas, sin saber que el verdadero enemigo ha sido la política económica que ha privilegiado las importaciones de alimentos en lugar de cuidar la soberanía encomendada al asumir su mandato.
Los pobres de México tendrán que reducir sus raciones de alimento, podrán también continuar con un mínimo de subsistencia gracias a los programas asistenciales del gobierno federal y los estatales, pero a la larga ¨La panza es primero¨, y lo que no han logrado las ideologías o los falsos profetas de la política lo va a lograr la apremiante necesidad. Un conflicto social que día con día aumente de intensidad. La lucha de clases de Marx llevada al extremo de la lucha entre los que tienen y los que no tienen para comer. Primero será mendigar y pedir por favor, y luego tomar a la fuerza lo que la vida les ha negado.
Este es el futuro de un país en el cual nadie hace nada para mejorar las cosas. Dónde todo mundo miente para mantener las cosas como están, y los que sufren la realidad no reaccionan, así seguirá hasta que sea demasiado tarde.
Pesimista, sí. Realista también. Todavía estamos a tiempo de evitar lo que ya comenzó. Falta ver si alguien asume la responsabilidad de comenzar el cambio, o si tendrá que pagarse con sangre como ya ha pasado cinco veces, cuando se derrocó la tiranía azteca, cuando se independizó el país, cuando se le quitó poder y bienes al clero en la reforma, cuando se luchó contra el porfiriato y durante la guerra cristera por los abusos de Calles y Obregón.
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