Por: José Miguel Cobián
Leemos permanentemente que se detiene a policías o a agentes de tránsito por su relación con el crimen organizado. En distintos estados del país surge la noticia de manera esporádica. Se despide a toda la policía de un municipio, se les detiene y posteriormente se pierde la noticia y ya no se sabe más del asunto.
Analizando la realidad de nuestro país, contando más con los hechos que con lo que ¨debería ser¨, entendemos la situación y si usamos la empatía, y nos ponemos en el lugar de muchos que han recibido una instrucción de las grandes bandas que controlan el país, entonces el juicio deja de ser radical y se comienza a entender el problema pues ese es el primer requisito para lograr la solución.
Imagine usted que trabaja como agente del ministerio público, o policía municipal o estatal, o quizá agente vial, o algún otro puesto público que llame la atención del cártel ubicado en su estado o su ciudad. De repente recibe usted una llamada, o una persona lo visita personalmente y le expresa un requerimiento, ya sea hacerse tonto en un asunto o resolverlo en determinado sentido, o simplemente se le pide un favor y se le gira una instrucción.
Lo más sencillo es decir ¨que renuncien¨, pero… y dónde encontrarán trabajo. Quien tiene un negocio propio puede pedir que otros renuncien a su ingreso mensual, pero quien vive de un salario, y ha pasado alguna temporada buscando trabajo, sabe que no es nada fácil en nuestro México actual, encontrarlo. Así que no queda más opción que obedecer o enfrentar las consecuencias. Consecuencias que en un país de leyes, dónde el estado de derecho se respete, siempre serán menores, pues quien dañe a un servidor público será perseguido con todo el peso de la ley, y eso les brinda –a los empleados públicos- un poco de protección. Pero en México, dónde el 98% de los crímenes quedan impunes, no hay a dónde acudir, pues mientras algún funcionario de primer nivel, si es amenazado obtiene un grupo de escoltas y autos con blindaje cinco, un funcionario de ¨los de abajo¨, no tiene ningún apoyo, y tiene que sobrevivir para cuidar y proteger a su familia.
Supe de un agente del ministerio público federal que comentaba que contaba con menos de cinco elementos a su mando, pero de vez en cuando, cuando viajaba en auto con su esposa e hijos, en un alto se emparejaba una camioneta con hombres armados que amablemente preguntaban ¨ ¿todo bien jefe?¨. Implicando la velada amenaza que sabían por dónde circulaba y quiénes eran los integrantes de su familia.
La ola de impunidad y de falta de compromiso en el respeto y aplicación de la ley que se ha convertido en nuestra realidad cotidiana impide que un funcionario de nivel medio o bajo, pueda evitar acatar una instrucción de los ¨dueños de la plaza¨, pues se encuentra en absoluta indefensión. Los propios ciudadanos estamos comenzando a adaptarnos a la situación de tener otro tipo de ¨autoridades¨ que gobiernan ciertos sectores de cada comunidad. Incluso tiene tiempo que cuando hay cierto tipo de problemas, los ciudadanos se acerquen al poder real, para buscar solución a esos problemas, que la mayoría de las veces se logra a la brevedad. Mientras que si se buscara una solución por causes institucionales, ésta nunca llegará o se cae en otra red de criminales, pero éstos con puesto, credencial y placa, que extorsionan y obstaculizan la solución del problema para obtener más dividendos.
Así que la próxima vez que usted sepa que detuvieron a funcionarios menores, recuerde ser benévolo con ellos, pues no tenían opción y no se deje distraer por esos ¨chivos expiatorios¨, pues las cabezas y los líderes generalmente están protegidos por las altas autoridades federales y no caerán en manos de la justicia, hasta que alguien más poderoso decida convertirlos también en ¨chivos expiatorios¨. Hay mucho dinero y poder en juego, así que seguiremos fingiendo un combate en general contra el crimen, aunque la balanza esté arreglada para inclinarse hacia un lado.
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