Por José Miguel Cobián
http://www.josecobian.blogspot.com/ miguelcobian@gmail.com
Por primera vez en el sexenio estoy orgulloso de lo que hace el presidente Calderón. La publicación de la ley de migración, modificada para evitar abusos de autoridades y civiles en contra de nuestros hermanos centroamericanos. Creo que tomó la mejor decisión en el peor momento, pero ya era necesario un cambio, y gracias a las masacres y a las fosas múltiples, aunado a las protestas de los gobiernos al sur de la frontera, se vio obligado a tomar la decisión y a hacerlo rápido, pues se venía encima un problema mayúsculo.
Póngase usted en los zapatos de don Felipe de Jesús. El Instituto Nacional de Migración, depende directamente de la Secretaría de Gobernación, que a su vez, depende directamente del propio Felipe. Después de tener como delegada a una amiga (recordemos que es el sexenio del amiguismo), se vino el mundo encima. Lo que todos sabíamos desde hace muchos años (más de 15), salió a la luz pública. El INM es una más de las dependencias del gobierno llenas de corrupción y podredumbre, al grado de detener migrantes y venderlos a las bandas de criminales para llevar a cabo una selección violenta y una leva forzosa de los desgraciados que tuvieron la mala suerte de caer en las manos de la autoridad mexicana.
Cuando un presidente de la República, emanado de un partido político que ha emanado como bandera el combate a la corrupción se da cuenta de que bajo sus propias narices hay terribles, brutales y violentos actos de corrupción, desde chantaje, violación de derechos humanos, trata de blancas, tortura, tráfico de seres humanos, asesinatos, etc., y percibe que no tiene la capacidad para controlar a sus propios subordinados, decide liberalizar el movimiento de personas en el país. Le quita a las distintas policías, en particular a la PFP, la posibilidad de revisar vehículos para detener indocumentados, y si los encuentran, poco es lo que podrán hacer, pues ya no tendrán su mochada dentro de parte de la migra mexicana.
Ante la imposibilidad de resolver su problema de corrupción, en el cuarto año de su mandato, se entiende que encontró como solución liberalizar el tránsito de migrantes por el país para reducir el problema que no pudo resolver.
El título de la presente colaboración viene a cuento, porque es la primera vez que el escribidor le pone una estrellita en la frente al presidente Calderón, y lo hace unos días después de la publicación de la última encuesta de Mitofsky, en la cual don Felipe resulta peor evaluado ante la opinión pública, que Vicente Fox en su peor momento. Confirmando con ello aquélla maldición que nos echó el folclórico ex presidente cuando dijo: ¨Me van a extrañar¨. Así, la propia encuesta muestra que ante los ojos de los mexicanos ¨estábamos mejor cuando estábamos peor¨.
Como corolario no puedo dejar de comentar la publicación de la PFP repartida a nivel nacional, en la cual se detallan cuantitativamente los logros de la corporación. Una defensa más de la imagen de García Luna dirán sus detractores. Lo curioso es que el aumento de decomisos de armas, drogas, dinero, liberación de secuestrados, detenciones de bandas de secuestradores, de narcos, de delincuentes en general; todo ello tiene dos lecturas. La primera es que ahora se trabaja más en la PFP, considerando que los niveles de crímenes se hubieran mantenido estables. La otra lectura, es que del 2000 para acá el crimen ha crecido tanto, que con el mismo nivel de ineficiencia en la PFP se incrementaron todas sus cifras de decomisos y detenciones, debido a que ahora hay mucho más crimen que antes. Como siempre, la defensa de la imagen de la PFP, puede ser usada precisamente para lograr lo contrario.
Quizá, hacerle caso a los policías veteranos de la PFP fuera una mejor solución. Otorgar ascensos y cargos de mando a personajes con experiencia en la policía, en lugar de amiguitos y recomendados que no tienen idea de lo que es una labor policial. Esa podría ser una solución a corto plazo para comenzar a mejorar una institución que todavía goza de cierta confianza entre los ciudadanos. Decir la verdad en todos los casos, en lugar de disfrazarla y modificarla en beneficio de la imagen de su titular, es otra opción para comenzar a recuperar la confianza del pueblo de México.
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