Por Jacobo Zabludovsky
Si para Carlos Slim no ingresar a la televisión fue un gancho al hígado, para la izquierda mexicana ha sido un descontón que la sacó del ring.
Dentro de seis meses será el destape de los precandidatos a la Presidencia de la República y de aquí a un año iremos a las urnas a depositar nuestro voto. La presencia inmediata y rotunda de otra opción televisiva cuando ha comenzado la turbulencia previa a la gran fecha de la política mexicana, habría abierto la posibilidad de equilibrar la fuerza de las campañas, dar voz a quienes sólo la logran, si la logran, en la medida mínima a que la ley obliga en desventaja con otros políticos favorecidos descaradamente por dueños de medios.
Las ligas profesionales, amistosas y mercantiles del ingeniero Slim con funcionarios, artistas, intelectuales, jefes de Estado y líderes de opinión de la izquierda internacional y mexicana no pueden pasar inadvertidas para quienes toman decisiones que marcan el destino de los mexicanos.
Destaca su amistad estrecha y pública con el socialista Felipe González, uno de los estadistas más carismáticos entre los ex gobernantes europeos. Aunque no es consejero oficial del ingeniero, la lógica obliga a pensar que influye, con su experiencia en España y foros mundiales, sobre su amigo. Felipe González es figura respetada de una izquierda que contribuyó a la estabilidad española después de la transición. Muchas de sus vivencias son aplicables a la transición nuestra, distinta a la suya que emergía de una dictadura, pero transición al fin.
Ha fortalecido su relación con presidentes sudamericanos de izquierda, como Lula en Brasil y la señora Kirchner en Argentina. No es un hecho menor que doña Cristina, al llegar a México la semana pasada, visitara primero a don Carlos y cenara con él antes de ir al día siguiente a Los Pinos y comer con el presidente Felipe Calderón, a quien no debe haberle causado mucha gracia la cronología de este ceremonial arrabalero.
Mantiene trato muy cercano y añejo con Andrés Manuel López Obrador, abanderado de la izquierda mexicana. Me consta, porque durante los seis años de la Presidencia de Vicente Fox y la jefatura del Gobierno del Distrito Federal de AMLO asistí a las reuniones mensuales del Consejo Consultivo del Centro Histórico, al que fuimos nombrados cuatro ciudadanos mediante un documento insólito firmado por ambos gobernantes: el ingeniero Slim, el cardenal Rivera, el historiador Guillermo Tovar y de Teresa y el que esto escribe.
El esfuerzo conjunto logró la más positiva y profunda transformación del Centro desde su fundación. La voluntad política de López Obrador fue alentadora. Atendía a las propuestas de los consejeros y ordenaba la inmediata realización de las aprobadas. Destacaba en nuestro trabajo la coincidencia de ideas y opiniones entre Andrés Manuel y Carlos. Se puso a prueba, con buen éxito, la colaboración entre el gran representante del capital y el hombre que se considera presidente legítimo y califica de espurio a don Felipe.
Con Marcelo Ebrard, el otro precandidato de la izquierda, el ingeniero Slim ha mantenido contacto permanente en relación a los problemas, desarrollo de los servicios e infraestructura de la capital. Algunas de sus empresas participan en la construcción de obras públicas. Su propiedad de bienes raíces es la mayor de un particular en la ciudad. Y la reciente multimillonaria inversión en el Centro Carso, con un museo de arte gratuito, dada su magnitud, no se realizaría sin el apoyo y visto bueno de Ebrard.
Numerosos síntomas externos contribuyen al diagnóstico, si no de simpatía mutua, por lo menos de la facilidad que tiene el ingeniero en su trato profesional y personal con figuras de la izquierda. El apoyo a sus opiniones y proyectos y el espacio que le dan los más respetables medios impresos de esa tendencia, configuran una imagen de afinidad que los observadores agudos no pueden ignorar. Agregue a eso las veces que Carlos ha criticado en público aspectos de las finanzas mexicanas y del manejo de algunos asuntos públicos y logrará que la alerta se encienda.
Una televisión nueva, poderosa, capaz de ser competencia en un momento tan oportuno de la política nacional, podría agitar las aguas navegables de nuestros comicios. Imagínese a una conductora non grata en Los Pinos al frente del principal noticiero de la cadena aplazada.
¿A qué grado influyó todo lo anterior en la negativa del gobierno mexicano a que el señor Slim ofrezca televisión de paga? En nada, por supuesto. ¿A quién se le ocurre que la política puede influir en decisiones de la Secretaría de Comunicaciones, apegadas al derecho?
Sólo a los malvados. Nunca faltan
Jacobo Zabludovsky
Periodista y licenciado en Derecho por la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Inició sus actividades periodísticas en 1946 en Cadena Radio Continental. En 1950, al empezar la televisión en México, inició la producción y dirección del primer noticiero profesional de la televisión mexicana y desde entonces, ininterrumpidamente, dirigió y presentó telediarios hasta el 30 de marzo de 2000.
Fue catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Durante 27 años dirigió y presentó el programa periodístico de televisión “24 HORAS” transmitido en red nacional por Televisa en la República Mexicana. Del 1º de septiembre de 2001 a la fecha conduce el programa "De una a tres” de Radio Red y "La 69" de Radio Centro.
Ha publicado diversos libros: “La conquista del espacio “(1962), “Charlas con pintores”(1966), “La libertad y la responsabilidad en la radio y la televisión mexicanas”(1967), “En el aire”(1973), “Los grandes del siglo XX” (1998) y “1968-2008: los silencios de la democracia” (2008), éste último en coautoría con Eduardo Cruz Vázquez, entre otros.
Entre sus galardones se cuentan: dos premios Ondas y un premio Ondas de Oro, de Radio Barcelona; la Presea al Mérito de las Ciencias y Técnicas de la Comunicación Humana, del Instituto Mexicana de Cultura; es Comendador de la Orden de las Artes y las Letras, grado otrogado por el Ministerio de Asuntos Culturales de la República Francesa; Premio Nacional de Periodismo y de Información (por su entrevista a Fidel Castro), así como otros diez galardones anuales más del Certamen Nacional de Periodismo, entre otras muchas distinciones de que ha sido objeto en Estados Unidos, España, América Latina y por supuesto en nuestro país.
Recibió, dos grados doctorales “honoris causa”, por la Universidad De Bar Ilan, en Israel y la Universidad Hebrea de Jerusalén.
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