Por: José Miguel Cobián
Platiqué con un mojado mexicano, que fue atrapado por la migra y regresado en la frontera de Laredo. Interesante experiencia, para entender que México es un país absolutamente incivilizado, sin autoridad digna y responsable. He aquí su historia:
¨Me detuvo la migra de Estados Unidos en San Antonio, y me regresaron a la frontera de Lardo Texas. Allí estuve detenido 28 horas, esperando que se juntara un camión de indocumentados para regresarnos a México. Me ofrecieron un emparedado de jamón, uno de pollo y un refresco de lata. Me llamó la atención la limpieza del área de detención, a pesar de ser una cárcel estaba muy limpia y todo en orden. Cuando juntaron 40 indocumentados mexicanos nos subieron a un camión esposados con un cincho de plástico y nos entregaron en la frontera a unas autoridades mexicanas (supongo que eran migras mexicanos pero nunca se identificaron), Feliz de llegar a México para irme a mi casa, me sorprenden deteniéndome durante 72 hrs., con el pretexto de averiguar si yo era mexicano y dónde vivía. Esos tres días fueron una pesadilla porque no me dieron de comer, la cárcel apestaba a orines, no había un lugar dónde acostarse y mucho menos nos dieron cuando menos una cobija. El sanitario era un agujero en el piso con una pared a los lados de un metro de alto por 40 centímetros de ancho, lleno de excremento por todos lados, sin agua corriente y mucho menos papel sanitario. Como no nos dieron de comer, yo nada más fui una vez al baño, y tuve que usar un calcetín como papel sanitario. Tampoco nos dieron agua durante esos tres días. Les pedía agua o algo de comer y no nos dieron nada. Pedían dinero para que ellos fueran a comparar mi comida y agua pues ellos no mantenían a ¨huevones¨. Que yo sacara los dólares para poder comer. Les dije una y mil veces que no tenía ni un quinto, y no me dieron nada. Al tercer día comencé a temblar, nausea y mareos. Me vieron tan mal que al fin decidieron llamar a un médico, que me revisó y les dijo que tenía síntomas de deshidratación, que necesitaba beber agua y comer algo, o podía morirme allí en los próximos días y ellos tendrían un problema.
Así, me dieron una mezcla de espagueti, frijoles, arroz y huevo, espesa como masa, que si no hubiera yo tenido tanta hambre, ni a un perro se la doy. Insistí preguntando cuando me iban a soltar y me dijeron que cuando yo les entregara mis dólares, siempre hablaban de dólares, era una extorsión, un chantaje, un verdadero robo perpetrado por las autoridades, dejarnos sin comer, sin abrigo, sin baño, sin agua, y todo para robarnos el dinero que ellos suponían que teníamos, a pesar de habernos revisado. Yo pensé que ellos buscaban que alguien llegara por nosotros y pagara los 500 dólares que exigían por liberarnos. Me pedían que hablara a mi familia, a mis primos, a mis amigos, a mis hermanos, para que me mandaran dinero de Estados Unidos o de México, y me llevaran a recogerlo y así liberarme. Lo curioso del asunto es que ellos tenían mi pasaporte mexicano y sabían que yo era nacional, que no estaba violando ninguna ley si me movía en territorio mexicano. Poco a poco fueron bajando la cuota, hasta que a un compañero de celda lo liberaron cuando éste les dio 100 dólares para que lo dejaran libre. Este amigo y yo teníamos buena relación, así que pidió que también me soltaran a mí, y por mayoreo, le cobraron la segunda libertad a la mitad. Por mí pagó cincuenta dólares, y seguro los migras mexicanos decidieron soltarme porque estaba yo enfermo y podía generarles un problema si algo más grave me pasaba.
Una vez afuera, aproveché que mi amigo me regaló otros cincuenta dólares y con ese dinero pude regresar a mi casa a Córdoba. Me vine en autobuses baratitos de tercera, y con diez dólares compré un pan de caja y jamón para aguantar hasta llegar a mi tierra.
En el viaje de regreso me daba mucho coraje pensar que los gringos me habían tratado mejor, y que nada más cruzar una línea fronteriza, cae uno en manos de delincuentes con placa, sean de la migra, o policías federales (que asaltaron a varios amigos míos), o policías municipales y hasta los de aduanas, eso sin contar a los agentes de tránsito que extorsionan mexicanos cuando vienen en coche a visitar a la familia. Todos como perros para quitarnos los pocos dólares que nos ganamos con mucho esfuerzo y arriesgando el pellejo. Ese es nuestro México.¨
No quiero agregar nada al relato de este aspirante a mojado.
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